PREMIOS
LITERARIOS
1990 / 1992
FUNDACION MANUEL MUJICA LAINEZ
ANA DE ALVEAR DE MUJICA LAINEZ
VERSION LEVANTADA CON WORDSCAN Y PROCESADA EN WORD 6.0
BUENOS AIRES, 1996
1992
Cuentos
NIVEL NACIONAL
E
l RETORNO DE LOS DEMONIOSFernando Mario Beroqui
Mención
I
"Entre los demonios la hegemonía de los siete pecados capitales que enumeró Tomás de Aquino se distribuyen así: a Lucifer, la Soberbia; a Satanás, la Ira; a Mammón, la Avaricia; a Asmodeo, la Lujuria; a Belcebú, la Gula; a Leviatán, la Envidia; a Belfegor, la Pereza.
El Diablo reunió a sus siete príncipes y dijo:
"Estoy muy descontento de Uds. Viven aquí una vida inútil, recostados sobre los laureles antiguos v no hacen más que
discutir como si fueran teólogos
He pensado enviarlos a la tierra, a fin que allí cumplan la misión que aquí desatienden...
Ya veré yo que a cada uno le corresponda una tarea"
(El viaje de los siete demonios, Manuel Mujica Lainez., Sudamericana, Ed. 1974)
Así según M.M.L., los siete demonios hicieron los siguientes siete viajes para inducir los siete pecados:
"Lucifer o la Soberbia, Francia, año 1443"
"Mammón o la Avaricia, Pompeya, año 79"
"Leviatán o la Envidia, Pekín, año 1898"
"Belcebú o la Gula, Bolivia, 1865"
"Satanás o la Ira, Venecia, 1786"
"Asmodeo o la Lujuria, Las Antillas, 1647"
"Belfegor o la Pereza, Bet-Bet, año 2273"
Transcurrió más de un siglo, que en términos de calendario infernal es sólo un suspiro, cuando el Diablo, preocupado, llamó a reunión urgente de junta gobierno. Entonces habló así a los siete príncipes infernales:
-Desde el último viaje sus excelencias han holgado en el Pandemonium, les planteo ahora una pregunta: ¿Sus excelencias han realizado una evaluación de 1a actual situación de nuestro sector? ¿Acaso han realizado un estudio selectivo de nuestras acciones?
El ojo inquisidor del Diablo se detuvo en cada uno de los siete príncipes; todos eludieron su mirada, se sentían culpables de inoperancia.
En el rostro del Diablo asomó una casi imperceptible sonrisa, aunque sabido es que el Diablo no puede sonreír, que la sonrisa es atributo de los bienaventurados. -Bien, haré una exposición de la situación, mas temo que algunos de ustedes pasarán a engrosar Ia fila de los desocupados, a menos que encuentren otra ocupación, digo otro pecado. Veamos cuál es la situación en 1992.
-Consideremos la situación de cada uno empezando por Lucifer, príncipe de la soberbia. Eres afortunado, tu pecado está generosamente distribuido en el planeta. Tenemos como siempre una gran cosecha de militares y políticos, la clásica ambición del poder por el poder mismo, es la más clara demostración de soberbia.
-Mas, si la soberbia es el afán desordenado a ser preferido a los demás con menosprecio del prójimo, los medios modernos de comunicación de masas: diarios, radios, T V., etc., han engrosado vuestras huestes de manera impresionante. Editorialistas, Comentaristas, Columnistas, Periodistas, Evaluadores, Encuestadores, Comunicadores, Conductores y Corresponsales, con magnifica soberbia se sienten dueños de la verdad y jueces de los actos de todos sus semejantes.
-La soberbia posee a todos por igual, mirad a aquel futbolista, o ese corredor de autos o aquel tenista. Ved aquel vocalista o ése que presta su rostro para promocionar cremas para el cabello, y aquel otro, y ése de más allá, todos se sienten protagonistas, su palabra es sagrada, sus actos indiscutibles. La soberbia los envuelve a todos por decenas
... ¿ Qué digo?... Por centenas.-¿Acaso no han caído los papas en pecado de soberbia al considerarse infalibles en cuestión dogmática?
Lucifer se infló como si fuera un muñeco de goma; la soberbia le salta hasta por las orejas. Siguió el Diablo:
-También tú eres afortunado Leviatán, la envidia nos provee generosamente de almas, diría yo que mucho más generosamente que en tiempos pasados. En los viejos tiempos las cosas eran muy claras: había cuatro grupos bien definidos: la realeza, la aristocracia, el pueblo y los esclavos.
-Si entendemos por envidia la pesadumbre o tristeza del bien del prójimo, nada podían envidiarse unos a otros quienes nada tenían, por tanto no nos llegaban almas perdidas por la envidia del pueblo y de los esclavos.
-En cambio, sí reuníamos a casi la totalidad de las almas de los dos estratos superiores de la sociedad. Ahora gracias a la bendita, perdón, quise decir bienvenida democracia y el nunca suficientemente apreciado socialismo, han desaparecido las clases sociales y la envidia se ha extendido como una plaga incontrolable sobre todos los seres humanos.
-Todos saben que no hay barreras de clases que les impidan llegar a tener todos los bienes del vecino; si no los tienen, los envidian.
-La moderna producción masiva de bienes genera infinitos motivos para caer en el pecado de envidia. Siempre existe la posibilidad de que el vecino tenga un auto con más C.V. que el propio, o un televisor con más canales, o un departamento con más habitaciones, o una prenda de mejor marca, o una filmadora de ultrageneración, o una cocina de microonda multiprograma, o... las posibilidades de pecar por envidia se hacen incontables en estos tiempos, Leviatán.
-Más aún, en los viejos tiempos las mujeres feas se conformaban con su fealdad porque no competían con las bellas, las viejas no competían con las jóvenes, la vejez era un estado natural. Ahora no, todas envidian a las jóvenes y hermosas porque saben que pueden llegar a serlo con los costosos milagros de la cirugía plástica y la cosmética científica, y donde hay competencia hay envidia, Leviatán, contigo no hay problemas.
Se tomó un breve descanso el Diablo y continuó:
-Satanás, el príncipe de la Ira tiene mucho trabajo. La ira es la pasión que mueve a indignación, enojo y venganza. ¡Ay, señor príncipe! ¡Iras eran las de antes, grandiosas, homéricas, como las de Aquiles ante el cuerpo caído de su amigo Patroclo, su ira fue capaz de despedazar todo un ejército enemigo! ¿No habrá sido una ira sagrada, pero ira al fin, la que lanzó el rayo de la muerte sobre Sodoma y Gomorra?
-La ira sobrevive y nos provee de abundantes rebaños de almas, pero en estos tiempos es una ira solapada, sin grandeza, los hombres ya no lucen su ira a la luz del sol en todo su esplendor. No tiene el deslumbrante ensañamiento feroz de la lucha con el acero sangriento.
-Ahora son pecadores pero sin grandeza, su ira se arrastra por la obscuridad, ejercen su venganza en la emboscada, utilizan un arma de fuego que mata a distancia y sin riesgos.
-Y qué deslumbrante espectáculo aquél de los antiguos pueblos en armas que avanzaban iracundos, incontenibles, con odios étnicos, religiosos o tribales y que destrozaban hombres, mujeres y niños en un holocausto de sangre y acero. Ahora los pueblos, cuando luchan, lo hacen a la distancia, con bombardeos aéreos, cohetes lanzados desde puntos remotos, espiándose a través de satélites. En verdad, Satanás, la ira se ha degradado, pero, para tu fortuna, no somos selectivos con las almas que acogemos.
El Diablo hizo una pausa y observó a los cuatro príncipes restantes. A pesar de ser el mismo Diablo, no sabia cómo empezar, pero rápido reaccionó y dijo con voz cortante:
-En cuanto a vosotros cuatro, estáis despedidos, sin indemnización, por cesación de actividades con motivo justificado.
Se escucharon de inmediato voces airadas:
-Esto es un atropello, exigimos una paritaria, una discusión formal de las relaciones laborales.
El Diablo los dejó desahogarse y les preguntó:
-¿Cuántas almas habéis incorporado al Pandemonium en el último año?
Mammón, Belcebú, Asmodeo y Belfegor se miraron unos a otros y al fin alguno de ellos respondió con voz queda:
-No las hemos contado.
El Diablo les respondió:
-Yo os lo diré: su número es tan exiguo que no compensa los gastos operativos de vuestros respectivos departamentos, estáis en rojo, con déficit. Así no podéis mantener vuestro rango.
Como los cuatro demonios se miraran azorados e interrogaran con la mirada al Diablo, éste les dijo:
-Empezaré por ti, Mammón, príncipe de la Avaricia. Aquéllos poseídos por este pecado tienen un afán desmedido de atesorar riquezas. Y en el verbo atesorar está el pecado, atesorar es reunir y guardar alhajas y cosas de valor. Nuestros clásicos y hermosos avaros, por guardar y no gastar, se privaban de comer y de beber, dejaban derrumbar sus casas antes de gastar en repararlas y vestían sucios harapos. No salían a la luz del sol, solazándose en contar y recontar sus monedas de oro en lo profundo de sus escondrijos. Mujer e hijos, cuando los tenían, eran lánguidas víctimas de su avaricia.
-Finalmente morían viejos, enfermos, solos, odiados por sus semejantes, con las manos crispadas aferradas a sus piezas de oro y plata.
-Ahora, caro Mammón, hay un desmedido afán de riquezas, pero no para atesorarlas, sino para gastarlas. No para esconderlas, sino para exhibirlas. Quienes atesoran riquezas son los que viven todos los placeres, cultivan todos los vicios y ostentan todas las vanidades. Las monedas de oro se escurren de sus manos tanto como llegan, no tienen cuevas escondidas. El avaro es introvertido, ellos son decididamente extrovertidos.
-El avaro disimula su riqueza por temor a que se la arrebaten; el pudiente de ahora la exterioriza, aun exageradamente, para que le crean más rico de lo que es en realidad.
Muchos caen en manos de Lucifer, víctimas de la soberbia, pero por cierto por avaricia químicamente pura ya no llegan almas a nuestra casa. Ves, pues, Mammón, que es justa tu cesantía.
Esperó el Diablo para ver el efecto de su discurso; como nadie osó realizar ningún comentario, se dirigió a Belcebú:
-¿Recuerdas, demonio de la gula, el gran banquete con que Enrique VIII celebró su quinto matrimonio? En la gran sala comedor del castillo real empezaron a comer al atardecer. Se sucedieron ininterrumpidamente toda clase de viandas y bebidas. Los aproximadamente 200 comensales devoraron: 300 palomas guisadas y 15O faisanes macerados en cognac. No faltó la novedad llegada de América: 50 sartenes de papas fritas en grasa de cerdo.
-Cien liebres a la cazadora con las más exquisitas esencias de Indias y para finalizar treinta jabalíes asados enteros a fuego lento durante dos días. Y bebidas: incontables toneles de cerveza, treinta bidones de vino Burdeos obsequio del rey de Francia y para postre una torta de tres metros de diámetro a base de crema de leche, miel y chocolate, regada con abundante vino dulce de Italia. El festín finalizó al amanecer del día siguiente.
-Si la gula es apetito desordenado y exceso en la bebida y comida, no hay duda que aquellos 200 invitados eran pecadores perfectos, si cabe la perfección al pecado.. Belcebú bajó la cabeza con gesto de desconsuelo, el Diablo apartó con violencia un atisbo de consideración que pugnaba por invadirle y siguió:
-Y ahora. ¿Qué se ofrece a nuestros ojos? Una humanidad de hombres y mujeres escuálidos, sin grasa en sus tejidos. Se venden por millones balanzas donde, con un afán enfermizo, se pesan cotidianamente. Toman infusiones, mastican gomas, ingieren píldoras y hacen control mental para no tener hambre. Los alimentos que tienen a su alcance son cada vez más insípidos, las bebidas sin azúcar y sin alcohol, las comidas desgrasadas, sin sal, sin fritos, sin carnes rojas, sin condimentos. En las casas de comida las porciones son mezquinas y cuanto mayor es el nivel y refinamiento del establecimiento, más paupérrimas son las porciones. El vino es sustituido por bebidas con gusto a hierbas indígenas.
-La moderna tecnología del frío permite a las amas de casa preparar viandas para toda la semana y después presentarlas recalentadas, secas, envejecidas, a los integrantes de su familia. Hay cada vez más mesas donde se ignora el pan. Han brotado como hongos distintas ecónomas expertas en nutrición que regulan con precisión matemática cuántas calorías por día debe consumir cada individuo.
-Puede alguien cometer el pecado de la gula ingiriendo calorías pesadas y medidas? Para terminar de destrozaros, Belcebú, acaban de inventar el "Fast Food.
-¿El "Fast Food'?- preguntó azorado Belcebú.
-Sí, ¿No sabes de qué se trata, así vigiláis vuestros dominios?
-Es un lugar construido para comer rápido, como su nombre lo indica. Para caer en el pecado de la gula hay que tener un refinado sentido del gusto, aunque se peque por exceso. La comida debe estar en su punto y en cantidad abundante. Y debe paladeársela lentamente con fruición pecaminosa.
-En el Fast Food, entre diez o veinte platos preparados a primera hora de la mañana y reiteradamente recalentados con microondas, servidos en pequeñas porciones sobre ridículas vajillas de plástico descartable. Recibes la vianda en una bandeja con la que inicias un azaroso recorrido por las mesas para encontrar un lugar donde comer. Se lo ubica cuando la comida ya se enfrió, entonces se come rápidamente antes de que se enfríe irremediablemente.
-Igualmente rápido debes desocupar la mesa para dejarla al próximo comensal, que de pie a tu espalda espera con su propia bandeja, con impaciencia, su turno. ¿Crees por ventura que en todo esto hay algún resquicio para la gula?
Se escuchó la voz entrecortada de Belcebú:
-Ya sé, estoy despedido.
Asmodeo miró al Diablo con ojos aterrorizados; en efecto, hacia él se volvió el Diablo.
-Tú, príncipe de la lujuria. ¿Recuerdas la definición de tu pecado que aprobamos en la Asamblea General? Vicio consistente en el uso ilícito o el apetito desordenado de los placeres de la carne.
-¿Recuerdas Asmodeo aquellas antiguas épocas, cuando aprobamos tal definición? La cultura judeo-cristiana había hecho un tabú de los temas sexuales. En verdad, nunca comprendí por qué nos sirvieron en bandeja de plata, con esa actitud, tantas almas perdidas. Por supuesto, lo oculto y lo prohibido excita la imaginación, promueve, quizá por ser el hombre un ser libre, la transgresión de la norma. Al placer prohibido, se le atribuyen cualidades excelsas, propiedades mágicas y se le sobredimensiona sin medida.
-Quizá debiéramos decir que el sentido sexual es el sexto sentido de los humanos, pero su ocultamiento, su prohibición, lo exacerbó en la imaginación colectiva hasta transformarlo en una alineación incontenible y perturbadora.
-El sexo oculto, las formas del cuerpo humano cubiertas hasta la exageración, llevaron a muchos seres a compulsiones desmedidas que les hicieron transgredir las rígidas reglas y caer en el pecado pleno. Como un juego pendular, la absoluta prohibición llevó al otro extremo: la desenfrenada práctica viciosa.
-Dime, mi buen Asmodeo: ¿Qué ocurre ahora con el sexo y los cuerpos de hombres y mujeres? Te diré: de prohibidos y ocultos, han pasado a liberados y promocionados. Cuerpos desnudos en todas posiciones, de hombres y mujeres que se ven en revistas, diarios, films, telenovelas, teatros, playas y clubes deportivos.
-Cuando los cubren con ropa, no lo hacen para ocultarlos, sino para realzar sus bellos atributos estéticos. Cuántas veces un hábil ropaje hace al humano más hermoso que su propia desnudez.
-Mi buen Asmodeo, hasta te diría que hay un estado de saturación del físico femenino y masculino. Sí, ya nada se oculta, todo parece natural, hermoso y saludable, sólo contadas mentes enfermas pueden sentir ahora "apetito desordenado de los placeres de la carne".
-En los viejos tiempos, en las viejas culturas, el contacto sexual era un inevitable incidente para perpetuar la especie. Para nuestra satisfacción tan peregrino principio, generó por reacción, como era de esperar la lujuria. Pero ahora ¿que ocurre?
El sexo ha sido reivindicado con un razonamiento muy lógico de los mortales que es más o menos éste: si es lícito comer no sólo para evitar la muerte por inanición, sino también para gozar del sentido del gusto que el Creador nos ha dado, también es lícito practicar el sentido del sexo, no sólo para procrear, sino para regodearnos con el placer que nos da su práctica, ya que ese placer también viene del Creador.
-Además, Asmodeo, el avance de la ciencia, como en tantos otros terrenos, nos ha golpeado fuerte. Un ejército de sexólogos y de expertos en relaciones de parejas han convencido a los mortales de la ventaja, para el desarrollo de su físico y la estabilidad de su espíritu, de la práctica asidua del sexto sentido. Hoy día en libros, revistas, comunicaciones y toda forma de información masiva, se enseñan las múltiples posibilidades del acoplamiento sexual como una terapia indispensable para el sano equilibrio psicosomático del individuo. El descubrimiento de la píldora rompió las últimas barreras biológicas para el uso en total libertad del sexto sentido.
-¿Cuál es la conclusión, Asmodeo? El sexo ya no es pecado, ya no hay uso ilícito, ya no hay apetito desordenado, porque para que sea desordenado debe haber un severo ayuno previo y esa posibilidad ya no existe.
Realmente, Asmodeo, sólo traes ahora a nuestra casa, esporádicamente, enfermos mentales que pecan de lujuria por su propio desequilibrio mental. Ya no hay ese fluir continuo de otras épocas. Lo siento, tu departamento se cierra, estás despedido.
Cuando el Diablo terminó de hablar, Belfegor, previendo lo peor, trató de ocultarse entre sus pares. El Diablo le dijo:
-Tu conducta revela tu ineficacia.
-Sí dijo Belfegor- mi provincia está desierta. ¿Por qué, señor?
El Diablo inició un diálogo en estilo policíaco:
-Dime, Belfegor, en aquélla nuestra reunión constitutiva...¿Cómo definimos tu pecado?
-Pereza es flojedad, descuido o lentitud en las acciones o movimientos, respondió el demonio.
-Correcto - dijo el Diablo- ¿Recuerdas al poeta, Belfegor?
"Estarse quieto no pensar nada
"Mientras suave la tarde se desliza
"Prisionera en su góndola dorada".
Así de sencillo es vuestro pecado: no moverse y no pensar. Ahora dime -inquirió el Diablo- ¿En el pasado, dónde hacías la mayor cosecha de almas?
- Señor, sin duda, entre las mujeres de la burguesía y la aristocracia. Como sabes, se les enseñaba a leer pero tenían prohibidos los libros que perturbaran su espíritu. No se les permitía realizar trabajos físicos, reservados a las clases serviles. En realidad, vivían confinadas en sus casas o castillos. Su única tarea era la pasiva de generar hijos, que luego atendían las amas de cría. Señor, no les quedaba otra alternativa que holgazanear las largas horas del día, sabido es señor que de la holgazanería a la pereza sólo hay un paso. Señor, cuán abundante cosecha de almas teníamos entonces.
Volvió a preguntar el Diablo:
-¿Sólo almas de mujeres tenías en tu reducto?
-Oh, no, Señor, entonces los hombres vivían muy activamente para las guerras y la lucha por el poder. Muchos de ellos, en esas empresas, morían en la plenitud de sus energías. Pero si sobrevivían a los azares de la guerra y la política, al entrar en la edad madura, súbitamente quedaban sin ocupación, ya que sólo sabían guerrear y conspirar. Entonces, Señor, pasaban de la holganza a la pereza y completábamos nuestra cosecha de almas.
Retomó entonces el diálogo el Diablo:
-Repara Belfegor cómo han cambiado sus hábitos los humanos.- hombres y mujeres empiezan a tener tareas a los tres años, al ingresar al jardín de infantes. Siguen años y años de aprendizaje y capacitación, muchos culminan su capacitación a los veinticinco años, a la edad en que Alejandro ya había conquistado el mundo. Luego los hacen trabajar hasta que ya no tienen fuerza para ello; primero se retiraban a los 55 años, luego a los 60 y ahora a los 65 años.
-Para tomar un transporte, seguir el ritmo de una máquina industrial, comunicarse con una computadora, deben dejar la pereza de lado. No se puede ser perezoso ni luego de la diaria jornada: ¿Hay algo más febril que una compra en un supermercado o un noticiario radiofónico o una película de "acción", o un concierto de música moderna? ¿Es posible un automovilista, conduciendo su vehículo por la autopista, con pereza?
-Ni los ancianos pueden gustar de la dulce pereza de la senectud: "las actividades para la tercera edad" no les permiten gozar de quietud hasta su muerte. Además inventaron el deporte. ¿En qué consiste? En llenar las horas para holgar con esfuerzos físicos, reciamente competitivos, que les impiden estarse quietos.
-Y las pobres mujeres, que eran las que más caían en el dulce pecado de la pereza, son las que menos posibilidades tienen de pecar: La gimnasia en todas sus formas: danesa, rítmica, aeróbica, music, yoga, respiratoria, etc., las hace saltar y correr sin descanso y sin respetar edad y condición.
Cuando el Diablo terminó, Belfegor concluyó:
-Si, Señor; estoy despedido.
Esperó el Diablo expectante algún signo de rebelión o discrepancia entre sus príncipes. Luego dijo:
-Hace más de una centuria os envié a la Tierra con óptimos resultados. Se me ha ocurrido que le ha llegado al infierno la hora de la reconversión.
-Hemos visto, señores, que hay cuatro pecados que han quedado totalmente obsoletos. Pues bien, a sus príncipes: Mammón, Belcebú, Asmodeo y Belfegor, se le dará la oportunidad de reincorporarse a la empresa en las mismas condiciones laborales que han perdido.
-Para ello serán enviados de nuevo a la tierra, tendréis que encontrar allí cuatro pecados nuevos, y me traerán las almas de los primeros cuatro pecadores que estrenen los nuevos Ministerios.
-Como lo explica M.M.L. en "El viaje de los siete demonios", de nuevo llevaran el reloj que en lugar de indicar las horas indica los años y el mapa que se ilumina indicando el lugar del mundo correspondiente a la hora señalada. Pero esta vez será un solo tiempo y un único lugar para los cuatro.
Emprendieron el viaje los demonios; luego de un cierto tiempo y un cierto espacio, sonó la campanilla del reloj: era el año 1992. Miraron el mapa, se iluminó con un círculo la costa suroeste del Río de la Plata, en un punto al norte de la ciudad de Buenos Aires.
II
"Aquí vivieron. Manuel Mujica Lainez. Ed. Sudamericana. 1949.
(Historia de una quinta de Son Isidro 1583-1924)
"El relato de M.M.L. empieza en 1583 con Lumbi, una niña negra africana de 13 años raptada por los traficantes portugueses de Angola. Arrojándose del barco llega a la costa del río en un paraje llamado Montes Grandes. Ese lugar coincide con el actual San Isidro. A través del Virreinato y la República se suceden las historias de lo ocurrido en la casona construida en ese lugar.
En 1918 toma posesión de la quinta Doña Mercedes Ponce de León de Guevara y en 1924 se propone venderla en varios lotes después de demoler la vieja casa ya en ruinas".
Hasta aquí llega el relato de M. M. L.. Lo que sigue es la historia contemporánea de esa quinta y como los cuatro demonios, en su viaje a la tierra, aterrizaron en el solar de referencia.
Los proyectos de Doña Mercedes no llegaron a ejecutarse. En 1985 muere Julio su hijo. Los sucesores dividen la quinta en cuatro fracciones.
Una de ellas fue adquirida por don Martín Balboa, nieto de inmigrantes españoles. Su abuelo, llegado de Asturias, instaló un pequeño almacén en la esquina de Salguero y Mitre, en el entonces naciente barrio de Almagro. Allí, con su mujer, atendió tras el mostrador durante cincuenta años desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche.
Cuando murió, dejó a su Julito el mismo almacén que inaugurara medio siglo atrás y una abultada cuenta bancaria. Julito cambió la acreencia bancaria por una red de bares, despensas y ferreterías de barrio, todas atendidas por paisanos que traía de España.
El hijo de Julito, Martín, Licenciado en Finanzas, heredó la red de más de cuarenta comercios minoristas, los vendió y con el producido instaló, en el barrio de Belgrano, el primer supermercado de Buenos Aires.
El éxito lo acompañó y sus negocios se extendieron en el renglón shopping y supermarket por todo el país.
Establecido su imperio comercial, cayó en una manía singular.
Se apoderó de él una compulsión irrefrenable de poseer y consumir cuanto artículo ponía a la venta en su cadena de negocios.
Pronto su amplia casa de la avenida Cabildo quedó chica para todos los artefactos y artículos de consumo doméstico que iba acumulando.
Entonces compró la fracción en San Isidro con la peregrina idea de construir una casa-torre para vivir con todas sus pertenencias.
Levantó un edificio circular de 30 metros de diámetro y se mudó llevando con él un ejemplar de cada artefacto o artículo que exhibía en sus locales. Desde el Renacimiento los poderosos acumulan en sus palacios obras de arte: pinturas, esculturas, platería, porcelanas y todos los primores del ingenio humano. Martín, con cierta pasión de coleccionista que lo semejaba a los nobles de antaño, también reunía en su entorno los productos de la cultura que le tocaba vivir. Pero esos bienes no eran artísticos sino en el mejor de los casos artesanales y en su mayoría de producción masiva. No eran para observarlos sino para usarlos.
Tomemos un ejemplo para entender bien su proceder: En la inmensa cocina de su casa de San Isidro hizo instalar veinte tomas de gas. En sus negocios se ofrecían cinco marcas de cocinas con un total de once modelos diferentes. Hizo conectar los once modelos y él se ocupaba de que su cocinera los utilizara a todos. Cuando salió al mercado el modelo de pirómetro optimizado, fue la cocina número doce y la computarizada la decimotercera.
Igualmente en su cocina tenía ocho heladeras distintas e incontable cantidad de batidoras, procesadoras, picadoras, tostadoras, cafeteras, y cuanta máquina inventaba la habilidad de la técnica, todas conectadas y funcionando. Pronto la planta baja estuvo repleta de aparatos de consumo hogareño.
Hizo construir un primer piso y años después un segundo y un tercer piso. Su afán consumista no tenía límites y no sólo instalaba los aparatos que provenían de su cadena de empresas, sino que empezó a viajar por el mundo comprando cuanta invención de uso doméstico de marca y origen no conocido en nuestro país se ponía a su alcance.
Cuando llegó a construir el quinto piso tenía en su domicilio cientos y cientos de los bienes ofrecidos por la producción industrial masiva: zapatillas, heladeras, ventiladores, estufas, relojes, vinos, jeans, automóviles, cremas de enjuague, motos, salsas, televisores, vegetales deshidratados, lácteos, videos, jabones, freezers, perfumes, computadoras, spots, etc.
Entonces comprobó que muchas de las piezas acumuladas en los primeros años estaban obsoletas y superadas por la nueva tecnología. Llegó a la conclusión que arrojando las piezas desactualizadas le quedaba lugar para colocar las novedades que incesantemente aparecían en el mercado. A partir de entonces se produjo una rotación de elementos sin significativa ampliación de superficie ocupada. Decidió entonces concluir la casa-torre coronándola con una antena cónica que terminaba con aguja de hierro a cincuenta metros de altura, donde instaló un complicado sistema de antenas parabólicas.
De Martín Balboa, que vivió siempre solo, se podía decir que no tenía amores, amigos ni enemigos. Nunca lo tentó el bien ni el mal. Nunca compró un cuadro ni una flor.
Cuando Belcebú aterrizó en San Isidro y disfrazado de service de electrónicos, penetró en la residencia de Martín, inmediatamente comprendió que su crisis laboral estaba resuelta.
En el baño de don Martín había un sistema computarizado para usar las instalaciones. Es que además de los artefactos de uso íntimo, el baño era complicado; en efecto, poseía: ducha con temperatura y caudal de agua programados, lavador de cabello sincrónico, dosificador automático de champú, cepillo lavadientes eléctrico, manicura mecánica, generador de aire seco y caliente a control remoto, pileta para baño de inmersión con fondo regulable y flujo de agua constante con control de temperatura y regulador de concentración salina.
Además en sus bordes están conectados cuatro masajeadores hidráulicos multiprogramas. También posee el baño un sauna, una camilla con masajeador pasivo y una cama solar.
Todo el conjunto está conectado a un centro de cálculo donde con la simple colocación de un diskette se pone en marcha un programa desde que don Martín entra al baño hasta que sale. En una hora se lo baña, lava el cabello, corta las unas, afeita, recibe un baño de inmersión termal, un masaje húmedo, uno seco y una ración de rayos solares adecuada a su estado físico y hemodinámica.
El sistema automático del baño de don Martín estaba descompuesto, no funcionaba. Belcebú, disfrazado de operario del service, trabajó esa mañana en el baño. Cuando esa tarde Balboa penetró en la pileta para darse un baño, una descarga de 10.000 volts terminó con su vida.
Esa misma tarde, con el alma de don Martín a cuestas, Belcebú pedía audiencia al Diablo.
-Señor -dijo esperanzado- te traigo el prototipo de alma que carga con un nuevo pecado.
-Explícate -dijo el Diablo.
-mi pecado antiguo es la gula de las tripas -dijo Belcebú- Señor, tengo la gula contemporánea: llamaré a este pecado consumismo.
-¿Cómo lo defines? -preguntó el Diablo.
-Consumismo es la apetencia desordenada y fuera de toda razón de los bienes utilitarios generados por la industria moderna -recitó Belcebú.
-Mi buen príncipe -dijo el Diablo satisfecho- vuelve a mi lado, estás rehabilitado.
*****
En el lote de la quinta medianero con la residencia de Balboa, la Constructora del Plata levantó una torre de diez pisos con dos departamentos de alto nivel en cada uno. El piso séptimo, departamento A, está ocupado por el Dr. Paz, su señora y sus dos hijas. El Dr. Paz es uno de los socios del prestigioso estudio jurídico "Paz, Martínez y Paz". El primer Paz corresponde a su padre ya retirado. La tarjeta del estudio tiene el subtítulo "Asesores jurídicos de empresa". La licenciada en Economía Sra. de Paz está a cargo del Departamento Financiero del estudio.
Aproximándose a los cincuenta años, el matrimonio Paz es un ejemplo de familia progresista: con una buena cuenta bancaria, un pequeño chalet en Punta, una niña estudiando en el British College y la mayor con una beca en Maryland, se dice de ellos que son dos triunfadores.
El matrimonio es un ejemplo, se los ve siempre juntos: compartiendo el Mercedes rumbo al centro, en los abonos del Mozarteum, en las cenas de Clark, en los desfiles de moda de beneficencia del Plaza.
Dicen quienes les conocen, que han triunfado por su profesionalismo. Por tal se entiende que el elemento humano, la influencia personal, el contacto social, no influye en sus procedimientos. Siempre se manejan con la estricta frialdad de la racionalidad y el interés económico.
El mundo donde desarrollan sus actividades favorece este esquema: sus clientes y sus adversarios jurídicos son Sociedades Anónimas, accionistas, "joint ventures", bancos de inversión, asociaciones empresarias, inversionistas comanditarios, etc.
En sus pulcros escritorios tienen acuerdos y disputas con representantes, síndicos, asesores letrados, expertos en management y apoderados con los que tratan temas de acciones preferenciales, porcentajes de capital, emisión de valores bursátiles, asociaciones empresarias, créditos y conformación de empresas. Sumergidos en un mundo de comunicaciones telefónicas de larga distancia, fax, movicom y computadoras, defienden los intereses de sus clientes con total asepsia y profesionalismo.
Esos papeles que con tanta meticulosidad sacan de sus portafolios para discutir su procesamiento ,representan fábricas, proyectos, empresas, emprendimientos, instalaciones, donde trabajan y ganan su pan a lo largo y ancho del mundo cientos de personas. Pero nunca ven a ninguno de ellos.
Su último éxito como profesionales ha sido la fusión de dos grandes empresas fabricantes de textiles. La reestructuración consiguiente significó la pérdida de sus trabajos para cientos de personas, pero ese costado áspero y amargo, la parte humana del éxito financiero, nunca asomará en las modernas oficinas de Paz, Martínez y Paz.
Quizá el oficio ha hecho a los Paz indiferentes al mundo de carne y hueso que les rodea. Inmunes al dolor y los problemas de sus semejantes, a los conflictos de sus vecinos. Precisamente, hace algún tiempo, una pareja se ha mudado al departamento B del séptimo piso, son los nuevos vecinos de los Paz. Aunque han pasado varios meses, sólo les han visto ocasionalmente en el ascensor. Hace ya un tiempo que violentas discusiones de los nuevos vecinos atraviesan los muros divisorios. El Dr. Paz, con gesto de molestia, ha debido aumentar el volumen del sonido del televisor para que los gritos no perturben la audiencia del programa del Dr. Grondona.
Dos noches atrás, luego de un gran tumulto, cuando los Paz ya estaban en cama, se escuchó desde la puerta de su departamento, golpes de puño, gritos de auxilio y sonó insistentemente el timbre.
Esperó unos instantes el Dr. Paz y los golpes cesaron, luego se escuchó un grito en el pasillo y el portazo de la puerta del departamento vecino. El Dr. Paz haciendo un gesto de resignación, dijo:
-Son los vecinos- sonrió a su mujer y se dispuso a dormir.
La noche siguiente había concierto en el Mozarteum, estaban invitados al palco del embajador de Alemania. El matrimonio con. sus mejores galas, vestido de etiqueta, bajó al subsuelo para tomar el auto. Al llegar a su cochera encontraron el cuerpo de una mujer caída de bruces; de su cabeza manaba sangre.
Un brazo cruzaba la huella del Mercedes. El Dr. Paz se dirigió al teléfono interno de la cochera y se comunicó con el portero del edificio. Le indicó que llamara a la policía porque había una mujer, quizás muerta, en la cochera. Volvió, apartó con la punta de su zapato el brazo inerte que le obstruía el paso de su automóvil, hizo subir a su mujer y mientras abandonaban la cochera rumbo al centro, le comentó:
-Creo que es nuestra vecina.
Al llegar a la avenida Lugones, un camión al que le fallaron los frenos aplastó el Mercedes contra una columna de alumbrado. El Dr. Paz murió instantáneamente.
Mammón, que viajaba en la caja del camión, levantó el alma del Dr. Paz y se presentó ante el Diablo.
-Señor, estoy de vuelta, he cumplido, aquí está el alma que estrenará mi nuevo ministerio.
-¿Cuál es el pecado ?- dijo el Diablo, muy interesado.
-La indiferencia -dijo Mammón- Comete pecado de indiferencia aquél que no siente ni inclinación ni repugnancia a una cosa o persona determinada.
- "Amarás al prójimo como a ti mismo", dijo Aquél... ¿no es así, señor?
-Correcto -dijo el Diablo.
-Entonces -dijo Mammón- comete pecado de indiferencia quien ignora al prójimo, no lo tiene en cuenta en su diario vivir, ni lo ama.
-Señor -terminó Mammón- los humanos están en vena de exaltar el individualismo, tendremos una gran cosecha de indiferentes.
El Diablo le palmeó amistosamente la espalda y dijo:
-Así lo espero, Mammón, pasa adelante.
*****
La casa de Pedro Raúl Robles, de estilo normando, era la construcción más lograda de las que ocupaban la antigua quinta de los Ponce de León.
Robles había adquirido los dos lotes que daban al norte y en medio de ellos había construido su vivienda. De familia de origen mendocino, era propietario de grandes extensiones de viñedos. Había desarrollado sus negocios hacia el sud y en San Rafael y el Valle del Río Negro tenía importantes establecimientos dedicados al cultivo de la manzana, la pera y el tomate.
En su quinta de San Isidro reunía su vivienda y el cuartel general de sus negocios.
Aquella mañana de abril de 1992 recibió un llamado del encargado de sus establecimientos de San Rafael: una extraña plaga estaba arruinando las plantaciones de manzanas. Sus peritos agronómicos no podían establecer su origen. En pocas semanas la plaga se extendió a todos sus cultivos de San Rafael y Río Negro. Robles se encontró en una difícil situación económica: había tomado fuertes créditos para financiar la cosecha; su fracaso lo dejaría insolvente. Fue entonces cuando uno de sus socios brasileños lo puso en contacto con un experto en plagas de San Pablo, quien dictaminó que se trataba de una mutación genética del "fungus aeltus", un hongo parásito que destruía las yemas de los vegetales.
La filial brasileña de los laboratorios alemanes Herch descubrió que una poderosa droga, la "tanolite", diluida 1 en 10.000.000 destruía el "Aelitus ". La tanolite era extraordinariamente tóxica para el ser humano: ingresaba por las vías pulmonares, digestivas y la piel. Además, tardaba aproximadamente 10 años en degradarse. La presión de los grupos ecologistas brasileños hizo que las autoridades prohibieran su utilización y una partida llegada de Alemania quedó retenida en el aeropuerto de San Pablo.
Robles tomó la decisión: utilizando sus influencias y su dinero, consiguió que un avión de transporte fuera fletado para llevar el "tanolite" hasta el aeropuerto de Buenos Aires. Luego un avión de su empresa, con el rótulo de "fertilizante nitrogenado" le llevaría a Mendoza. A fines de noviembre, un carguero salió de San Pablo rumbo a Buenos Aires, con hora de llegada seis de la tarde.
Una pertinaz lluvia se desata sobre la ciudad con viento del sud. A las seis de la tarde parece de noche, tan cerrada es la tormenta, el fuerte viento arroja torrentes de agua sobre la ciudad.
Robles, en su quinta de San Isidro, oye un estruendo espantoso, un resplandor como un relámpago inmenso, y luego la desesperación de un aire como un fuego que le quema la piel, lo enceguece y le impide respirar hasta ahogarlo. A su lado yace el experto brasileño.
El avión con la carga de "tanolite" se extravió en la tormenta, perdió altura y equivocando el rumbo, pasó volando a baja altura sobre la quinta de los Ponce de León. La aguja de la casa de Martín Balboa, como un gigantesco puñal, abrió de largo a largo la estructura del avión, que cayó sobre la quinta diseminando la tonelada de "tanolite" en toda su extensión.
Asmodeo y Belfegor salieron de los escombros de la quinta llevando las almas de Robles y el experto. Al presentarse al Diablo, dijeron:-
-Señor, tenemos un nuevo pecado, pero hay tantos pecadores que pensamos no va a poder atender el negocio un solo demonio Y nos hemos asociado. Señor, estos dos han destruido el lugar de la tierra que habitan, han cometido pecado ecológico.
-¿ Y dices que hay muchos como estos dos? -preguntó el Diablo.
-Sí, señor. En toda la superficie del planeta, miles de ellos desvían ríos, secan lagunas, queman bosques, desertizan praderas, contaminan ríos, destruyen la atmósfera, impurifican el aire, eliminan especies vegetales y
animales autóctonos.-Las tierras fértiles van siendo cubiertas
lentamente por escorias, deshechos y residuos no degradables. Los accidentes y guerras atómicas esterilizan, junto con los agroquímicos, cada vez mayores superficies fértiles.-Aquí están los nuevos pecadores, los destructores de la obra del Creador; ahora están destruyendo el planeta, cuando el planeta haya sido destruido el hombre desaparecerá. Habrán cometido el mayor de los pecados, habrán destruido la magna obra de Dios: el hombre.
-Si así ocurriera quedaríamos todos desocupados -dijo el Diablo con preocupación. No me traes una buena nueva, Asmodeo. El pecado, como todo, en su justa medida... así como lo describes, me preocupa.
Para neutralizar la toxicidad del "tanolite", las autoridades cubrieron la quinta con una capa de cemento de un metro de espesor. De este modo termina la historia de la quinta de San Isidro, iniciada por M. M. L., y el segundo viaje de los Demonios.